De tanto en tanto (10/06/2016)


 De tanto en tanto, los impulsos brotan. Los hay corporales, pero también literarios y de colores.

Los peores son los filo-lingüísticos. Hacen que se me arremoline el cerebro, no avanzo. Empiezo con una simple palabra, la pienso, la re pienso. Me resuenan en la cabeza sinónimos. La busco en el diccionario. Pienso cada una de las palabras de la definición. Busco esas palabras en el diccionario. Sin suerte. Me fijo la etimología. No me dice nada. Busco sinónimos. Peor. La googleo. Entro a un sitio. Luego a otro. Y a otro. Boludeces. Agarro un cuaderno. Anoto la mayor cantidad de hipótesis que se me ocurren. Sistematizo el razonamiento. Lo formalizo. En vano. Pregunto por mensaje de texto. Agua. Agarro un libro, después otro y otro. Al pedo. La vuelvo a pensar. El malestar se vuelve físico (se materializa). Empiezo a mover el cuerpo de manera incontrolable. Me como las uñas. Me ato el pelo. Me sueno los dedos y el cuello. Mando un audio. Nada. Me empieza a picar todo el cuerpo. Me rasco. Anoto 15 preguntas y otras 5 en relación a otra palabra. Me paro. Camino en círculos mientras me sostengo la pera con la mano derecha y me rasco con la izquierda. Me siento. Chequeo de nuevo la etimología. Palabra griega. Ya sé. Tengo que hacer una genealogía. La planifico. Reúno 15 autores: 7 ensayos, 3 diálogos, 2 novelas y 1 cuento a leer en 3 días. Me  emociono. Me paro. Programo una encuesta. Pienso un título futuro para un ensayo.



_Momento_



Me detengo.

Me siento.

Me rasco la nuca.
Comprendo la  magnitud de la tarea y la finitud de mi vida.
Es absurda. No mi vida, eso ya lo sé, me refiero a la inmensidad del “todo”. 
El impulso merma, pierde oxígeno.
Abandono la empresa.
Fue un castillo más construido en el aire.
No es tan grave, de todas maneras, siempre se me escurren,  jamás sé de lo que me hablan.


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