Paseo nocturno de Franz Kafka


Cuando alguien parece haberse decidido definitivamente a permanecer en casa, se ha puesto la bata, se sienta después de la cena a la mesa iluminada y emprende aquel trabajo o juego que, después de concluirse, según costumbre, implica irse a  dormir; cuando fuera el tiempo es desapacible y es perfectamente natural el quedarse en casa; cuando se permanece tranquilo tanto tiempo en la mesa que el levantarse produciría asombro; cuando la escalera de la casa está muy oscura y el portal cerrado; cuando no, obstante, alguien se levanta de repente a causa de un súbito malestar, se cambia de ropa, aparece en seguida listo para salir a al calle, declara que se va, lo hace después de una corta despedida, cada uno según la velocidad con que cierra de golpe la puerta, y cree dejar atrás un enfado mayor o menor; cuando se vuelve a encontrar en la calle, con los miembros ligeros, gracias a la inesperada libertad que se les ha otorgado; cuando, gracias a esta única resolución siente cómo toda la capacidad de decisión se ha acumulado en su interior; cuando reconoce, con mayor importancia de la acostumbrada, que tiene más fuerza que necesidad de realizar el cambio y soportarlo; y cuando uno va así corriendo por largas calles, entonces uno, por esa noche, se ha separado del todo de la familia, que se va escurriendo hacia la insustancialidad, mientras que uno mismo, completamente denso, negro de tan preciso, golpeándose los muslos por detrás, se yergue en su verdadera estatura. (...)


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